El fascismo (un movimiento político que aprovechaba el descontento con una potente mezcla de nacionalismo, populismo y violencia) no tardaría en envolver a la asediada nación y a gran parte del mundo.

Benito Mussolini, el líder del movimiento italiano, había acumulado un gran número de seguidores y comenzó a pedir al Gobierno que entregara el poder.

«¡Estamos en el momento en que o la flecha sale disparada o la cuerda del arco bien tensada se rompe!», dijo durante un discurso en un mitin en Nápoles el 24 de octubre de ese año. «Nuestro programa es sencillo. Queremos gobernar Italia».

Cuando Benito Mussolini leyó el Manifiesto Fascista en la Plaza Santo Sepolcro de Milán el 23 de Marzo de 1919, pocos pensaron que su movimiento alternativo a la derecha capitalista conservador y a la izquierda marxista fuese a tener futuro en Italia.

Luego de varias idas y vueltas en su popularidad, Mussolini logró  nuevos y poderosos aliados que ayudaron a financiar el ala paramilitar de su movimiento, conocida como «los Camisas Negras». Aunque Mussolini profesaba estar en contra de la opresión y la censura de todo tipo, el grupo pronto se hizo conocido por su disposición a utilizar la violencia para obtener beneficios políticos.

Los Camisas Negras aterrorizaron a los socialistas y a los enemigos personales de Mussolini en todo el país. El año 1920 fue sangriento, con los fascistas marchando por las ciudades, golpeando e incluso matando a los líderes sindicales, y tomando de facto el control de la autoridad local.

A lo largo de los años, Mussolini incrementó su propio poder al tiempo que recortaba los derechos civiles de la población y creaba un estado policial propagandístico. Su agenda también iba más allá de los asuntos internos. Las ambiciones imperiales de Mussolini llevaron a Italia a ocupar la isla griega de Corfú, a invadir Etiopía y a aliarse con la Alemania nazi, lo que habría provocando el asesinato de 8500 italianos en el Holocausto.

Mussolini colgado de una gasolinera

Finalmente, el rey Víctor Manuel III convenció a los aliados más cercanos de Mussolini para que se volvieran contra él y, el 25 de julio de 1943, consiguieron finalmente apartarlo del poder y ponerlo bajo arresto.

Tras una dramática fuga de la cárcel, Mussolini huyó a la Italia ocupada por Alemania, donde, bajo la presión de Hitler, formó un débil y efímero estado títere. El 28 de abril de 1945, cuando se acercaba la victoria de los Aliados, Mussolini intentó huir del país. Fue interceptado por partisanos comunistas, que le dispararon y arrojaron su cuerpo en una plaza pública de Milán.

Abogamos porque estas tragedias no se repitan nunca más.

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