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El vuelo 571 era un vuelo chárter. En él viajaban miembros del equipo de rugby Old Christians Club, junto con algunos amigos y familiares. Iban de Montevideo, Uruguay, a Santiago, Chile, para un partido. Sólo un pasajero no tenía relación con el equipo.

Cuando el avión se acercaba a su destino, el copiloto, el teniente coronel Dante Lagurara, que pilotaba el avión, pidió permiso al aeropuerto de Santiago para aterrizar. El avión inició el descenso.

Lagurara y el piloto, el coronel Julio César Ferradas, habían identificado mal la posición del avión. Así que cuando el avión descendió de las nubes, no se acercó a la pista de aterrizaje del aeropuerto, sino que se estrelló en un valle en lo alto de las montañas.

Treinta y tres supervivientes consiguieron salir de los escombros. Luego se enfrentaron a un reto aún mayor: mantenerse con vida en los Andes helados, donde las temperaturas caían por debajo de cero y las ventiscas arrojaban varios metros de nieve. Utilizaron los restos del avión como refugio y reutilizaron sus partes, convirtiendo el equipaje en paredes y las fundas de los asientos en mantas.

A consecuencias de una avalancha murieron ocho personas más.

Dos supervivientes del accidente se embarcaron en una misión de rescate y, tras más de una semana de viaje, finalmente dieron con un granjero. Ataron esta nota a una piedra y se la lanzaron a través de un arroyo. Dice así: «Vengo de un avión que se estrelló en las montañas. Soy uruguayo. Llevamos caminando unos diez días. Otras catorce personas permanecen en el avión. También están heridos. No tienen nada que comer y no pueden salir. No podemos seguir caminando. Por favor, vengan a buscarnos».