
Destacada periodista y educadora, fue pionera en dar voz a la mujer en nuestra tierra. A ella le corresponde esta fuerte sentencia más vigente que nunca: “Y llegará un día en que el código de los pueblos garantizará a la mujer los derechos de su libertad e inteligencia”.
Nacida en Buenos Aires el 26 de junio de 1819, fueron sus padres José María Manso y Teodora Cuenca, casados a pesar de la prohibición que pesaba por contraer nupcias con un español en épocas independentistas.

“Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito – Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia…»
Su padre, al ser amigo de Bernardino Rivadavia, le facilitó la inscripción a Juana en la escuela de Monserrat que creó el primer presidente, establecimiento para niñas que estuvo bajo la supervisión de la Sociedad de Beneficencia.
Según Felipe Pigna, en “Mujeres tenían que ser” (2012): “En 1820, el año del terror rosista en Buenos Aires, la familia se instaló en Montevideo. Para sumar ingresos al hogar, Juana comenzó a dar clases de francés y castellano, hasta que abrió en su casa un Ateneo de Señoritas, es decir una escuela privada para niñas de la elite… En Montevideo, también comenzó a publicar sus primeros poemas, con el seudónimo de Mujer Poeta, en periódicos antirrosistas como El Nacional y El Constitucional. Pero al iniciarse el “Sitio Largo” de la ciudad, la familia cambió por un tiempo de lugar de exilio, estableciéndose en Río de Janeiro. Allí Juana conoció al violinista portugués Francisco de Saá Noronha, con quien se casó en 1844 y con quien tendría dos hijas, Eulalia y Herminia”.
Luego de probar suerte en Norteamérica y Cuba, se asientan en Brasil, donde en 1851 publicaría “Juana su O Jornal das Senhoras: Modas, Literatura, Bellas Artes, Teatro e Critica”, siendo el primer periódico feminista latinoamericano. Fue allí donde salió su novela “Los misterios del Plata”, teniendo la publicación un relativo éxito. Posteriormente editó “La familia del comendador”, novela en donde denunció la esclavitud, aún en boga en Brasil. Al tiempo de la caída de Rosas, Juana decidió volver a Buenos Aires, donde divulgaría su “Álbum de señoritas: Periódico de Literatura, Modas, Bellas Arte y Teatro”. Lanzado el 1 de enero de 1854, y aunque la intención fue destacada, sólo duró ocho semanas.

En la editorial del primer número señaló: “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito – Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia, a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas, quiero, y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica porque Dios no es contradictorio en sus obras, y cuando formó el alma humana, no le dio sexo – La hizo igual en su esencia, y la adornó de facultades idénticas”.

De vuelta en Brasil en 1859, su encuentro con Domingo Faustino Sarmiento, a través de José Mármol, fue definitorio. El sanjuanino estaba al frente de las escuelas bonaerenses y le propuso a ella estar a cargo de la Escuela de Ambos Sexos n° 1, la primera escuela mixta pública del país. Manso fue su primera directora, además de coordinar los “Anales de la Educación Común”, publicación creada por Sarmiento para difundir su política educativa.
Juana intentó sumar apoyos a sus acciones, como difundir las ideas del pedagogo Johann Pestalozzi, estudioso suizo que tuvo como norte la observación, intuición y asociación intelectual como base de la enseñanza, rechazando el aprendizaje memorístico y los castigos físicos.

Lily Sosa de Newton, en su “Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas” (1986), particularizó sus últimos momentos: “Esta brillante educadora autodidacta falleció en Buenos Aires el 24 de abril de 1875. Se le negó sepultura en el cementerio de la Capital, permaneciendo sus restos en el de disidentes hasta 1915, cuando fueron depositados en la Chacarita. En 1967 se emitió una estampilla de correo con su esfinge”.
Juana Manuela Gorriti, al despedir sus restos, se refirió a su legado con estas sentidas palabras: “Juana Manso, gloria de la educación, sin ella nosotros seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud, y el honor que ensalza la valentía de la mujer, ella es, sin duda, una mujer”.
*Licenciado en Ciencia Política; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.
NOTA DE REDACCION: Prensa Regional publicó esta nota en fecha 25/07/21, creímos oportuno reiterarla por la significación de la memoría de la educadora y como ejemplo a seguir para las futuras generaciones.
Asimismo, creemos conducente agregar esta breve reseña: “Juana Paula Manso de Noronha (Buenos Aires, 26 de junio de 1819 – Ib., 24 de abril de 1875) fue una escritora, traductora, periodista y maestra argentina.
En Brasil entre 1852 y 1854, dirigió O Jornal das Senhoras, el primer periódico de Latinoamérica destinado al público femenino. En Buenos Aires en 1854 fundó Álbum de Señoritas, muy similar a su contrapartida brasileña. En ambos, la temática se centraba en la moda, la literatura y el teatro. A lo largo de su vida se comprometió con el proyecto ilustrado de la educación popular y está considerada una iniciadora del movimiento de educación.
Escribió varios libros, entre ellos poesía, y también manuales de estudio; realizó traducciones de obras en diferentes idiomas y fue una precursora junto a otros autores de la novela en Latinoamérica. Durante varios años escribió los Anales de la Educación Común que había creado Sarmiento.
Ejerció varios cargos docentes, tanto en forma privada como pública, en Uruguay y Argentina; fue integrante del Consejo Nacional de Educación argentino y dio conferencias sobre la temática. Junto a otros educadores estableció la Sociedad Pestalozzi en Argentina. Ejerció en la misma época que Domingo Faustino Sarmiento con quien interactuó, y ambos se interrelacionaron con la educadora norteamericana Mary Mann.
Varias calles, incluida una en Puerto Madero, Buenos Aires, y escuelas de la Argentina llevan su nombre. Se realizaron certámenes, tanto de literatura como de periodismo, con su nombre.

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