El periódico, casi artesanal, después de mucho esfuerzo por fin salió a las calles. Los primeros socialistas que escribieron La Vanguardia eran, además de redactores, quienes doblaban las cuatro hojas del periódico, oficiaban de tipógrafos, embalaban y llevaban los paquetes a los puntos de distribución.

Además de expresar las ideas, acciones y propuestas del Partido, comenzó a incorporar artículos sobre aspectos sociales y culturales. Debatió sobre la defensa de la educación laica, la reforma universitaria, e incorporó ilustraciones humorísticas a sus páginas. También sumó anuncios de médicos, abogados, profesores que ofrecían sus servicios, y propagandas poco compatibles con las ideas socialistas: Esso, Shell, Loma Negra, Bagley, Terrabusi, Nestlé, fueron algunas de las empresas que publicitaron permitiendo -junto con las suscripciones de lectores-, garantizar la continuidad del periódico.

El doctor Juan B. Justo era un gran investigador y un innovador. Introdujo en nuestro país las prácticas antisépticas en las operaciones quirúrgicas y el uso de la cocaína como anestésico. Por sus investigaciones, la Facultad de Medicina lo premió con la medalla de oro, y le otorgó, además, un viaje de estudios por las principales capitales europeas. Tenía apenas 23 años.

Para afrontar los gastos de la fundación del periódico, vendió el coche que utilizaba en sus visitas de médico y empeñó la medalla de oro que le había otorgado la Facultad de Medicina. Justo escribía en el primer editorial de La Vanguardia: «hay que construir una alternativa política al pillaje y la plutocracia. Los Pereyra, los Unzué, los Udaondo, tan ricos que no tendrían por qué robar, son hoy los preferidos para los altos puestos públicos por los otros ricos, cuya única aspiración política es que sus vacas y ovejas se multipliquen sin tropiezos”.