Un día como hoy pero de 1941, la policía mata a Juan Bautista Bairoletto, el «Robin Hood de las Pampas».

Como ha ocurrido muchas veces en nuestra historia, Bairoletto fue hijo de la injusticia, era considerado en la zona que actuaba, y lo es en la actualidad, un héroe, un verdadero benefactor, que no robaba a sus amigos ni a los que le prometían su solidaridad, sino solamente a los ricos y poderosos que hacían oídos sordos a los reclamos de los más pobres, al mismo tiempo se había convertido en el vengador de las injusticias sociales que se cometían a diario entre la gente mas humilde. Los pobladores lo veían de esa manera, por esta razón lo protegían y lo apodaban cariñosamente el Robin Hood criollo, por que robaba a los ricos y ayudaba a los más necesitados. Y es así como nace el mito, reverenciado por las clases desposeídas y repudiado por las más poderosas.

Bairoletto, era de contextura física menuda, estatura mediana, pelo rubio, con cutis blanco y ojos verdosos. Y lo que más impresionaba en él, según los que lo conocieron personalmente, era su mirada penetrante. Vestía bien a lo gaucho, chambergo y camisa negra, pañuelo blanco al cuello, bombacha de campo gris y botas o alpargatas negras, según la ocasión.

Ya en la década del 30, no hay asalto, pendencia o muerte de los que no se lo haga responsable. La policía le seguía el rastro, llegando casi siempre tarde, justo cuando Bairoletto, ya alertado, emprendía la fuga. Se convierte en una sombra, un fantasma, un azote. Desaparece en Castex, aparece en el desierto de San Luis, comete desmanes en Villa Regina, Río Negro, se lo ve por General Alvear, en Mendoza… Y es así como va trascurriendo su vida de delincuente “benefactor”.
La situación de Juan Bautista como prófugo, lo obligaba a refugiarse durante el día en distintas chacras que le daban albergue, porque todos en el lugar conocían la realidad injusta que le había tocado vivir. Pero esta situación se le hacía, cada día que pasaba, más insoportable.
SE JUNTAN DOS LEYENDAS
Entre Bairoletto y Mate Cosido existían amigos en común vinculados al anarquismo y a la masonería. Y estos fueron los que vieron la posibilidad de unirlos para luchar y doblegar el imperio de La Forestal.

Sin perder tiempo y con mucho sigilo comenzaron a gestionar el encuentro, que lograron llevarlo a cabo algún día del año 1937, en el clásico caserón que reunía a los seguidores de la logia masónica denominada “Hijos del Trabajo”.

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