Un día como hoy pero de 1895 – El científico y millonario sueco Alfredo Nobel instituye en su testamento cinco premios anuales que llevan su nombre.

Alfred Nobel (y no Nóbel como lo pronuncia todo el mundo) fue un químico e ingeniero sueco nacido en Estocolmo en 1833.
Tras formarse en Rusia y en Estados Unidos regresó junto a su padre para ayudar en el negocio familar (la fabricación de explosivos).

En 1864 una explosión de nitroglicerina mataba a su hermano pequeño y a otras cuatro personas. A raíz de esta tragedia Alfred se concentró en la tarea de poner a punto un método para manipular con seguridad la nitroglicerina.
Para ello mezcló el explosivo líquido con un material absorbente (la tierra de diatomeas) consiguiendo un polvo que podía ser percutido e incluso quemado al aire libre sin que explotara. La mezcla resultante solo explotaba cuando se utilizaban detonadores eléctricos o químicos. Había nacido la dinamita.

El uso de la dinamita hizo que muchas tareas pertenecientes al mundo de la construcción y la minería progresaran a una velocidad sin precedentes en la historia.
Sin embargo, la dinamita también fue de gran utilidad en la fabricación de explosivos, aplicación que se generalizó hasta el punto de hacerle acreedor, aún a pesar de sus actividades humanitarias, del epíteto «mercader de la muerte».

Cuando murió, dirigía fábricas para la elaboración de explosivos en diversas partes del mundo. En su testamento legó la mayor parte de su fortuna (estimada en unos 9 millones de dólares) para crear una fundación que otorgara premios anuales entre aquéllos que durante el año precedente hubieran realizado el mayor beneficio a la humanidad en el campo de la física, la química, la medicina y la fisiología, la literatura y la paz mundial.
El elemento químico número 102 tuvo el honor de recibir su nombre; se le llamó Nobelio (No).

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