El piloto de automovilismo Juan Manuel Fangio, quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, es secuestrado por la guerrilla en el Hotel Lincoln de La Habana en vísperas de disputar el Segundo Gran Premio de Cuba, al que había sido invitado por el dictador Fulgencio Batista. «Me hicieron un favor», declaró Fangio en referencia a que en la carrera que no pudo correr murieron seis personas en un accidente.

El grupo revolucionario que encabezaba Fidel Castro, consciente de la fama y el prestigio del piloto argentino, no tuvo mejor idea que secuestrarlo para dar un gran golpe de efecto.
El Chueco había viajado a La Habana para correr una Maserati 450S propiedad de un norteamericano. “En las pruebas me di cuenta de que el auto era ingobernable, yo había manejado modelos similares y nunca tuve problemas. Pero allí cada vez que tomaba la avenida costanera me veía al borde del desastre… Después los mecánicos descubrieron que había cinco centímetros de diferencia en la trocha entre las ruedas de un lado y del otro.”

A la mañana siguiente del secuestro, junto con el desayuno llegaron los diarios. El secuestro era tema de tapa en todos los medios. “Entonces conocí a Faustino Pérez, quien me garantizó que se comunicaría con mi familia para decirle que yo estaba bien. También me confesó que en realidad el operativo había sido planeado el año pasado y que me había salvado porque esa noche salí a ver una película de Gary Cooper… Luego se acercaron un montón de jóvenes que querían hablar conmigo, explicarme por qué luchaban. A uno el gobierno de Batista le había matado un hermano, al otro un pariente o una novia.”

A través de los años, Juan Manuel Fangio siempre recordaría este episodio como un acto del destino, una anécdota más curiosa que dramática. “La gente del movimiento logró mucha publicidad con eso. Pero, a su vez, no se imaginaban la promoción que me habían hecho a mí. Por empezar, me salvaron de correr ese artefacto inmanejable con el que no habría llegado muy lejos. Además, me habían evitado verme involucrado en el accidente que costó varias vidas. Uno de ésos podía haber sido yo. Siempre les agradecí que no me dejaran correr aquella vez.”

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