Desde los océanos tropicales hasta los bosques de Alemania y las montañas de Japón, la radiación procedente de pruebas y catástrofes nucleares está apareciendo en la fauna de todo el mundo. Aunque la radiación que muestran algunos animales no suele amenazar a los humanos, son un testimonio del legado nuclear de la humanidad.

TORTUGAS MARINAS DEL ATOLÓN ENEWETAK
Gran parte de la contaminación radiactiva del planeta procede de las pruebas realizadas por las potencias mundiales en su carrera por desarrollar armas potentes durante el siglo XX. Estados Unidos probó armas nucleares entre 1948 y 1958 en el atolón Enewetak.
En 1977, Estados Unidos empezó a limpiar el atolón de residuos radiactivos, la mayoría de los cuales están enterrados en hormigón en una de las islas. Los investigadores del estudio sobre las firmas nucleares de las tortugas especulan que la limpieza alteró sedimentos contaminados que se habían asentado en la laguna del atolón. Creen que estos sedimentos fueron ingeridos por los reptiles mientras nadaban, o que afectaron a las algas que constituyen gran parte de la dieta de las tortugas marinas.
La tortuga marina estudiada fue encontrada justo un año después de que comenzara la limpieza. Según Cyler Conrad, investigador del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico que dirigió el estudio, en el caparazón de la tortuga aparecieron trazas de radiación en esos sedimentos en capas que los científicos pudieron medir.
«No tenía ni idea de lo extendidas que están esas señales nucleares en el medio ambiente», señala Conrad, que también estudió tortugas con signos de radiación humana en el desierto de Mohave, el río Savannah en Carolina del Sur y la reserva de Oak Ridge en Tennessee. «Tantas tortugas en tantos sitios diferentes fueron moldeadas por la actividad nuclear que ocurrió en esos lugares».

JABALÍES DE BAVIERA, ALEMANIA
Las pruebas de armamento también propagan la contaminación al disparar gruesas marejadas de polvo y ceniza radiados llamados lluvia radiactiva a la atmósfera superior, donde pueden dar la vuelta al planeta y asentarse en entornos distantes.
En los bosques de Baviera, por ejemplo, algunos jabalíes albergan ocasionalmente niveles asombrosos de radiación. Los científicos asumieron durante mucho tiempo que la lluvia radiactiva fue producida por la catastrófica fusión en 1986 de la central nuclear de Chernóbil, en la cercana Ucrania.
Sin embargo, en un estudio reciente, Steinhauser y su equipo descubrieron que hasta el 68% de la contaminación de los jabalíes bávaros procedía de pruebas nucleares realizadas en todo el mundo, desde Siberia hasta el Pacífico. Al hallar la «huella forense nuclear» de distintos isótopos de cesio, algunos de los cuales son radiactivos, el equipo de Steinhauser descartó Chernóbil como fuente de contaminación.
Los jabalíes se contaminaron al comer trufas que absorbieron la radiación de la lluvia radiactiva que se depositó en el suelo cercano.

MONOS CARA ROJA.
Tras la catastrófica fusión de la central nuclear Fukushima Daiichi de Japón en 2011, la concentración de cesio en los macacos japoneses cercanos se disparó hasta un máximo de 13500 becquerelios por kilogramo, según un estudio dirigido por Shin-ichi Hayama, profesor de la Universidad Nippon de Veterinaria y Ciencias de la Vida.
Según la investigación de Hayama, que se centró principalmente en muestras de tejido de las patas traseras de los macacos, es probable que absorbieran la contaminación al comer brotes y corteza de árboles locales, así como otros alimentos como setas y brotes de bambú, los cuales retienen cesio radiactivo del suelo.
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Las altas concentraciones de este elemento, que han disminuido en la última década, llevaron a Hayama a especular con la posibilidad de que los monos nacidos después del accidente hubieran experimentado un retraso en su crecimiento y tuvieran cabezas más pequeñas.
¿SON PELIGROSOS ESTOS ANIMALES?
Los científicos que estudian los animales radiactivos subrayan que es muy poco probable que la radiación que contienen llegue a amenazar a los seres humanos. Algunos, como los macacos de Fukushima, no se comen y, por lo tanto, no suponen una amenaza. Otros, como las tortugas marinas, contienen tan poca radiación que no suponen ningún peligro.
Otros animales, como los jabalíes de Baviera y los renos noruegos, se controlan para garantizar que la carne no apta para el consumo no llegue a los consumidores. «Los límites reglamentarios son muy estrictos», sostiene Steinhauser. No obstante, estos hallazgos tienen «enormes implicaciones», añade. «Durante muchos años, nos hemos conformado con suponer que la lluvia radiactiva se va a otra parte. Pero ‘a otra parte’ no significa que esté perdida».
Fuente: NATIONAL GEOGRAPHIC (CLIC)

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