El asesinato fue el resultado de una conspiración para restaurar la República Romana. Calígula se había enemistado con la Guardia Pretoriana, el Senado y la nobleza.

Tras la muerte de Calígula, el Senado se propuso borrarlo de la historia romana ordenando la destrucción de sus estatuas. Además, se han perdido la mayoría de las historias contemporáneas de Calígula, que detallaban hechos y circunstancias de su reinado. Sólo se conservan las obras de Filón y Séneca. Éstas sirvieron de base para las historias secundarias y terciarias escritas por la siguiente generación de historiadores. En este sentido, la mayor parte de la información sobre Calígula procede de Suetonio y Dion Casio, que escribieron sus historias 80 y 180 años después de la muerte del emperador, respectivamente. A pesar de la falta de fuentes primarias sobre su vida y reinado, Calígula sigue siendo uno de los emperadores romanos más famosos, principalmente debido a los numerosos relatos sobre sus extravagancias.