La ecuación entre lo que se tiene y lo que se necesita podría ser un índice de riqueza o su contracara, de pobreza.

El gobierno nacional tiene un organismo (INDEC) que se dedica a medir, entre otras cosas, esa ecuación. Así anunció que el índice de pobreza del segundo semestre de 2024 fue del 38,1%.
Con estos datos, el Gobierno nacional celebró que hubo una reducción significativa del número en el primer año de la gestión de Javier Milei, porque en el primer tramo, el indicador había alcanzado el 52,9%.

No obstante, «No vemos una recuperación real en la capacidad de consumo corriente de los hogares; todo lo contrario. Por eso, detrás de las mejoras en las estadísticas de pobreza no hay mucho para festejar», dijo el director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, Agustín Salvia.
Es que Milei, desesperado por una buena noticia que festejar, no repara que después de un año y meses de un ajuste feroz, de despidos masivos, de cierres de empresas, de masacrar jubilados publica con jolgorio que estamos casi igual que cuando Alberto Fernández dejó el gobierno, tal vez el peor de la democracia recobrada en 1983.
Esta más que probado que el experto de hacer crecer la economía “con plata o sin plata” que iba a eliminar el excremento de la moneda nacional y dolarizar, quedó atado a un esquema que a pesar de los datos del Indec no mejora para el común de los argentinos. Que 20 millones de argentinos no puedan satisfacer sus necesidades más básicas no es un dato para festejar, sobre todo cuando más de cuatro millones viven en la indigencia absoluta, sin comida y sin asistencia. Que la mitad de los niños menores de 15 sean pobres es un dato alarmante por el futuro de una Argentina que se hunde en la desesperanza.

ASOCIACION CIVIL SIN FINES DE LUCRO

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